En Venezuela el problema no es izquierda o derecha sino autoritarismo o extremismo.

En Venezuela el problema no es izquierda o derecha 
sino autoritarismo o extremismo.

In Venezuela the problem is not left or right 
but authoritarianism or extremism.

Alcántara, Gustavo©
Grupo de Investigación Sociedad y Salud (GISS), Universidad de Los Andes
Mérida, 5101, Venezuela
supergalcantara@gmail.com


Resumen

El presente ensayo aborda la actual crisis política venezolana (1998-2019), considerando que la dificultad no es la izquierda, cuyo discurso fue secuestrado por el régimen en el poder desde 1998. El problema es el modelo rentista-estatista-petrolero tradicional del siglo XX, combinado con el resurgimiento del populismo, el militarismo y su metamorfosis totalitaria. El autodenominado socialismo del siglo XXI sería entonces un híbrido entre comunismo y fascismo, pues tiene características de ambos, lo que permite calificarlo como autoritarismo extremista, antes que como socialismo democrático, pues en la praxis niega los principios de igualdad y de libertad. El universo político no es tan simple como para tener solo dos facetas, sin matices. Sin embargo, extremistas - moderados pudiera ser la dualidad más resonante en la actual crisis política venezolana, correspondiendo a estos últimos la tarea de reconstruir la democracia y sembrar cultura política basada en los valores de  libertad e igualdad. Una vez emprendida la transición política, es necesario un nuevo proyecto constitucional que minimice el estatismo rentista y reinvente la institucionalidad democrática.

Palabras Claves: Izquierda, populismo, autoritarismo, fascismo, democracia.

Abstract

This essay addresses the current Venezuelan political crisis (1998-2019), considering that the difficulty is not the left, whose discourse was hijacked by the regime in power since 1998. The problem is the traditional petroleum rentist-statist-model of the 20th century, combined with the rise of populism, militarism and its totalitarian metamorphosis. The self-styled socialism of the 21st century would then be a hybrid between communism and fascism, because it has characteristics of both, which allows it to be described as extremist authoritarianism, rather than as democratic socialism, because in practice it denies both the principle of equality and freedom. The political universe is not so simple as to have only two facets, without nuances. However, moderate-extremists could be the most resounding duality in Venezuela's current political crisis, whose corresponding tasks are rebuilding democracy and spreading political culture based on the values of freedom and equality. Once achieved the political transition, a new constitutional project is needed in order to minimize the rentist statism and reinvent the democratic institutions.

Key words: Left, populism, authoritarianism, fascism, democracy.




Introducción.
El presente ensayo aborda la actual crisis política venezolana (1998-2019) irradiada a todos los ámbitos sociales, que comienza con el declive de la democracia del bipartidismo AD-Copei, luce sustentada en el modelo económico rentista y paternalista petrolero, desgastado a finales de las dos últimas décadas del siglo XX, y luego sustituido por un régimen autoritario.
El actual autoritarismo que llevó a la peor crisis sociopolítica de la Venezuela moderna, antes que ser susceptible de tipificarse sobre la base de una dicotomía izquierda-derecha, se caracteriza por un neopopulismo de apariencias democráticas, sobrecargado de contenido militar y autoritario que lo conduce a un extremismo con destacados rasgos comunistas y fascistas, coincidentes ambos con inherentes facetas antidemocráticas.
La izquierda y la crisis política venezolana
En la política venezolana la dificultad no es la izquierda, cuyo discurso, decíamos, fue secuestrado desde 1998, cuando se produjo el cambio político que borró el bipartidismo iniciado en 1959. El problema real es el modelo rentista-estatista-petrolero tradicional del siglo XX, combinado con el neopopulismo (Ramos, 2009), el militarismo y su metamorfosis neototalitaria (Alcántara y Castillo, 2019).
    Entendemos que lo más pernicioso ha sido un sistema con el cual se embarga al Estado y, por lo tanto, el ejecutivo se apropia de la riqueza petrolera (que representa el 90% del PIB) para así crear una clientela sometida a dádivas de la renta. La materialización extrema está representada por las cajas de alimentos de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) y por el Carnet de la Patria. Se trata de un movimiento que se autoproclama revolucionario y de izquierda igualitarista, pero que en la práctica cercena elementales libertades económicas, civiles y políticas, además que excluye y discrimina a cualquier sector opositor o no militante. También entendemos que si el principio de igualdad, máximo valor democrático junto a la libertad (Bobbio, 1996) se encuentra ausente de la praxis política, resulta entonces imposible calificar a un gobierno en la coordenada de la izquierda y denominarlo socialista.
    En tal sentido y aunque es indudable que el término socialismo siempre está asociado a la izquierda, conviene distinguir entre la doctrina y los movimientos políticos que se declaran inspirados en ella, teniendo en consideración, según García-Pelayo (1985: 47) que “un mismo vocablo puede ser usado tanto en virtud de las exigencias gnoseológicas como en virtud de su funcionalidad para la acción política”. 
    Sabemos que el socialismo surge como crítica al individualismo generado por la Revolución Industrial y por la Revolución política de 1789 (Aricó, 2006), al tiempo que propugnaba la solidaridad social. Es normal que un movimiento político puede autocalificarse como socialismo, pero suele ocurrir que los hechos claramente desmienten los discursos. Y así, puede afirmarse que la Unión Soviética jamás fue socialista o comunista según los postulados de Marx (2014), puesto que la propiedad de los medios de producción nunca pasó a manos de los trabajadores, y tampoco el Estado como organización política desapareció. Lo que ocurrió fue la aparición de una nueva élite, integrada al Partido Comunista de la URSS, que no solamente monopolizó el poder del Estado y la producción económica, sino que también estrenó una clase social con prerrogativas elevadas: la nomenklatura. Los privilegios no cesaron, al tiempo que se mantenían las desigualdades y la pobreza aumentaba. La tradición de un poder autoritario se mantuvo en Rusia a través del tiempo, desde el Zar, pasando por la URSS desaparecida, hasta llegar a Putin. 
En este orden de ideas, el Socialismo del Siglo XXI (Dietrich 2006; Monedero 2008) calificaría como autoritarismo con pretensión neototalitaria, con rasgos de izquierda predominantes en el discurso, pero también con características de la extrema derecha fascista en la praxis. Son atributos evidentemente contrarios a la democracia, que insisten en rechazar como mecanismo para relegitimar un régimen que precipitó un modelo fallido. La notable incapacidad para convencer, aunada a su gran habilidad para financiar a su clientela con petrodólares, terminó por generar ingobernabilidad cuyos mecanismos de represión y violencia se han convertido en dispositivos prácticos e insustituibles de dominación.
Pudiera argumentarse que desde 1998 existe en Venezuela legitimidad de origen, pues el Presidente llegó a su cargo a través de elecciones libres. Sin embargo, la crisis actual de la democracia radica en la existencia de ciertos demagogos que llegaron al poder mediante reglas electorales, y que luego, día tras día, fueron sepultando (Levitsky y Ziblatt, 2018) la que sin duda es considerada la mejor forma de gobierno para antiguos y modernos y, subrepticiamente, la cambiaron por un sistema totalitario. Tal como lo expresó Mires (2008:70) refiriéndose al caso latinoamericano, “la vía democrática para ellos no es más que la táctica de una estrategia destinada a crear condiciones para la perpetuación en el poder”.
Ciertamente, el llamado Socialismo del Siglo xxi es un híbrido entre comunismo y fascismo que tiene lo peor de ambos. Se caracteriza como comunista y antiliberal por sus destemplados ataques a la propiedad individual y a cualquier iniciativa privada, además de su obsesión por implantar la pobreza como condición de igualdad para las masas. Y como fascista, igual que el comunismo, al equiparar Estado, partido y líder como una sola entidad, y al organiza a la sociedad de modo corporativo y someterla al dominio del Estado, cuyos aportes terminan simplemente configurando un régimen totalitario (Arendt, 1998). 
Además, no es conveniente confundir Estado democrático y social de derecho (García-Pelayo, 1985) con comunismo. Y menos con Socialismo del Siglo XXI. La izquierda democrática, conocida como liberalismo social, exalta la igualdad, de la mano de la libertad. Aquí conviene recordar que el concepto de Estado social se remonta a la Constitución alemana de Weimar (1919). Treinta años después continuaba en la República Federal Alemana, y luego (1978) se extendía a la España post franquista y a otros países mediante la refundación de la socialdemocracia, cuando en Frankfurt se instalaba la Internacional Socialista (1951).
Debemos señalar que durante los 40 años de democracia bipartidista en Venezuela (1958-1998), el modelo de Estado rentista no impidió el desarrollo del país, independientemente de la incapacidad de la clase política para reinventarse o para establecer un modelo alternativo, ante el evidente desgaste sociopolítico ocurrido durante las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado. Se debe subrayar que la llegada al poder de un militar autócrata aceleró el colapso conocido por todos. Entre otras acciones derivadas de su arribo mencionamos la violación sistemática de la Constitución Nacional, la acentuada concentración de los poderes públicos en el ejecutivo y la profundización del paternalismo petrolero con el patrocinio del Estado. A todo esto hay que añadir hiperinflación, profusas expropiaciones y una posterior quiebra de empresas. Agregaremos la confiscación de bienes privados, dificultades presupuestarias para las universidades autónomas, sueldos de miseria, ampliación generalizada en los grados de pobreza, colapso del sector salud y el sector educativo, y todo ello aunado a la mayor diáspora en la historia de América Latina.
Creemos que el culpable del surgimiento del chavismo como alternativa autoritaria fue, entonces, el desgaste del propio bipartidismo AD-Copei que antes señaláramos. Carlos Andrés Pérez, en el período 1989-93 intentó enmendar los errores, pero no logró vender "El gran viraje" hacia la derecha política. Su propio partido, Acción Democrática, terminó cometiendo ‘filicidio’ con su indisciplinado vástago, quien ya se había convertido al neoliberalismo tecnocrático.
También culpable de la llegada del Socialismo del Siglo XXI al poder fue, paradójicamente, la confusa derecha venezolana, que pretendió, desarticuladamente, utilizar al comandante para encubrir al bipartidismo de centro izquierda. Simultáneamente, algunos medios de comunicación de masas como Venevisión,Radio Caracas Televisión y el diario El Nacional, se convirtieron en la principal tribuna del militar neopopulista.
Justamente aquí entra al ruedo político nacional un actor foráneo de dudosa significación que terminó acelerando el fin de la democracia en el país: la dictadura castro comunista cubana. El infame parásito, desde la firma del entreguista Convenio de Cooperación Cuba-Venezuela, absorbe diariamente 50.000 barriles de petróleo del tesoro nacional (Alcántara, 2015). 
En El Nacional de fecha 3-11-2019, se lee que Venezuela enviará a la isla tres millones de barriles de crudo pesado y productos refinados por “saturación en almacenamiento” debido a la caída de la exportación. Los envíos (incluyen gasolina, diésel, fuel oil) ya están depositados en seis barcos propiedad de pdvsa. Según el diario, la gasolina había sido importada para cubrir la demanda nacional, pero se optó por enviarla en dirección a Cienfuegos. Se supone que las condiciones de pago deberán ser preferenciales, como se acostumbra.
Ante tal circunstancia, un número importante de académicos, políticos y hasta influencers de las redes sociales, han propuesto como antídoto un cambio radical hacia la derecha. En voz alta se levantan consignas del capitalismo y mercado libre como solución instantánea y categórica frente lo que consideran comunismo a secas.
Sin embargo, es necesario advertir, aunque a muchos entusiastas les haga ruido y cause decepción, que el mercado libre es un concepto muy relativo y que, en la práctica, no se trata de una realidad absoluta. El neoliberalismo, igual que el comunismo, también plantea una utopía, que en este caso es la competencia perfecta, regulada por las leyes de la oferta y la demanda a través de la mano invisible del mercado, cuestión ya planteada desde el liberalismo clásico por Adam Smith.
Pero el capitalismo que nos ocupa es imperfecto y conduce a estructuras de mercado como oligopolios y monopolios, en las cuales la competencia tiende a desaparecer, y la riqueza se acumula en menos empresas que controlan el mercado a conveniencia. Todo ello va en detrimento del consumidor que se queda sin opciones para elegir un producto cuya calidad puede tender a desmejorar, conjuntamente con un precio fijado a placer por las compañías. 
Desde John D. Rockefeller a Mark Zuckerberg, pasando por Bill Gates, los muchachos de Google y las multinacionales de las farmacéuticas, la tendencia es a concentrar capital. De modo que cuando se habla de capitalismo y mercado no se trata de un sistema político, sino de un sistema económico (Sartori, 2009). Así, es necesario recordar que el liberalismo fue, en su fase más temprana, una ideología política que luego desarrolló e incorporó postulados económicos (Macridis y Hulliung, 1996).

Situación de la derecha.
En la historia política venezolana no ha existido un partido político que pueda ubicarse a la derecha. El bipartidismo AD-Copei fue claramente de centro izquierda. Algunos intelectuales han asomado ideas y propuesto programas (Rangel, 1976), mientras los gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera (1994-1999), introdujeron algunas reformas de corte neoliberal, pero manteniendo un Estado dueño de la renta petrolera. 
De cualquier modo, en la última década ciertos grupos extremistas han entrado en un clamor frenético, pidiendo un cambio radical hacia la derecha, invocando capitalismo y libre mercado, más como consignas que como programas de gobierno o razonamiento teórico metodológico. Los más entusiastas incluso evocan con ligereza a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) y argumentan que fue el único momento cuando existió capitalismo en Venezuela. Tal falacia debe ser refutada, desde el punto de vista sociopolítico e histórico. 
En tal sentido, Baptista (1997) denominó tal régimen "Capitalismo rentístico", mientras que Coronil (2002) lo llamó "Estado Mágico". El caso de Venezuela es muy particular. La dictadura de Pérez Jiménez forma parte del mismo sistema y su paralelismo con Carlos Andrés Pérez (1974-1979) en cuanto a estabilidad económica e ingresos fiscales voluminosos, permitieron crear, cada uno en su momento, una idea mítica de progreso. 
Del mismo modo, se pretende desde una falsa postura de derecha, equiparar el período 1958-1998 con los últimos 20 años del país, confundiendo un sistema democrático de centro izquierda con un autoritarismo extremista. Sin embargo, el estatismo rentista sigue estando en el trasfondo de toda la historia nacional, desde Juan Vicente Gómez. Por ello resulta una extrema simplificación argumentar que Venezuela es socialista, a secas, desde 1958.
De cualquier forma, en la actualidad parece que esa agrupación política que estaría ubicada en la derecha o la centro-derecha aún no se vislumbra. Sin embargo, algunos críticos amantes de la antipolítica, y que se auto denominan derechistas radicales, atacan a los nuevos partidos políticos venezolanos (Voluntad Popular entre otros), porque suelen hablar de un reparto equitativo de la renta petrolera y del mantenimiento de una parte de Petróleos de Venezuela (PDVSA) en manos del Estado. 
Ciertamente la izquierda está desprestigiada en toda América Latina y parte importante de Europa. Pero estas organizaciones políticas defienden la igualdad como valor característico de la centro-izquierda. Resulta ingenuo esperar que muten hacia la extrema derecha y pasen a ser antítesis del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Lo importante es afirmar que los partidos como Voluntad Popular son demócratas, y que los radicales de cualquier extremo no lo son.
De manera que la crisis política venezolana, cuyo punto de inflexión en el año 2017 acompañó fuertes represiones a las protestas de calle y la instauración de la Asamblea Nacional Constituyente vía procedimientos inválidos, con el único fin de tomar el poder legislativo por parte del Gobiernos nacional, plantea un camino intrincado para la restitución de la institucionalidad.
Al respecto vale destacar que el rechazo visceral hacia un acuerdo electoral es propio de extremistas. La moderación democrática es una virtud. No es fácil recuperar y reinventar la democracia en tiempos en que cualquier intolerante, oficialista o de oposición, practica la demagogia, y cuando sobran actitudes violentas, temerarias y destempladas. Predominan las soluciones y procedimientos catastróficos, antidemocráticos; ocurre la imposición por la fuerza, así como la incapacidad para establecer acuerdos. Hay negación de la razón. A esos extremistas, de izquierda y de derecha, se enfrentan los demócratas.

Conclusión.
Izquierda o derecha, liberal o conservador, oficialista u oposicionista, bueno o malo. El universo político no es tan simple como para tener solo dos facetas, sin matices. Maniqueísmo de uno y otro lado trae infertilidad intelectual y crea modelos fallidos en la práctica política. Sin embargo, quizá en una coyuntura específica una dicotomía pudiera ser útil para comprender y pasar a la praxis de mejores relaciones. Extremistas o moderados, sería la díada más resonante en la actual crisis política venezolana. Los primeros son antidemocráticos por definición. Toca a los moderados la compleja tarea de reconstruir la democracia, de sembrar cultura política basada en los valores de  libertad e igualdad.
Así pues, luego del "cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres"; debe agregarse a la fórmula la redacción de un nuevo proyecto constitucional, que de una vez por todas minimice el estatismo rentista. Un pacto político que restituya la democracia, que elimine la reelección presidencial, legitimando el principio de alternabilidad, y reintegre la Fuerza Armada a sus cuarteles, garantizaría la separación de poderes, consolidaría la descentralización reforzando el sistema federal y, por supuesto, daría primacía a las garantías ciudadanas de los venezolanos ante eventuales abusos de poder.
Pensamos que así queda trazada la carta de navegación hacia el progreso, lo cual supone un arduo trabajo de ingeniería constitucional.

Es importante destacar que:
"Hace ya unos meses que el Gobierno, en uno de sus Consejo de Ministros, aprobó un plan de ayudas e incentivos para realizar la compra de vehículos eléctricos de todo tipo, con la intención de incentivar la movilidad eficiente y sostenible. Esta iniciativa lleva como nombre Plan MOVES, y ha sido dotado de un presupuesto de 45 millones de euros, lo cual podemos traducirlo a una ayuda de hasta 5500 euros por la adquisición de un vehículo eléctrico. Además, los concesionarios aplicarán un descuento extra de 1.000€, siempre y cuando la Administración concerniente haya aprobado ya la solicitud."

Referencias.
Alcántara, G. (2015). Globalización y políticas públicas de salud en Venezuela: la misión Barrio Adentro. Mérida Venezuela: Vicerrectorado administrativo, Universidad de Los Andes.
Alcántara, G., Castillo V. (2019). Justificación sociopolítica del proyecto de ampliación del Instituto de Previsión Social del Profesorado de la Universidad de Los Andes, Mérida-Venezuela. Enfermería, Historia e Investigación (EHI), 6(1): 27-38. 
Arendt H. (1998).  Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Taurus.
Aricó, J. (2006). Socialismo. En Di Tella y col. Diccionario de ciencias sociales. Buenos Aires, Argentina: Ariel.
Baptista, A. (1997). Teoría económica del capitalismo rentístico: Economía, petróleo y renta. Caracas: IESA.
Bobbio, N. (1996). Derecha e izquierda. Madrid: Taurus.
Coronil, F. (2002). El Estado mágico. Naturaleza, dinero y modernidad en Venezuela. Caracas: Nueva Sociedad
Dieterich H. (2006). Hugo Chávez y el socialismo del siglo XXI. Caracas: Ministerio de Industrias Básicas y Minería.
El Nacional (2019, octubre 3). Venezuela enviará 3 millones de barriles de petróleo a Cuba. Disponible: https://www.elnacional.com/economia/venezuela-enviara-3-millones-de-barriles-de-petroleo-a-cuba/
García-Pelayo, M. (1985). Las transformaciones del Estado contemporáneo. Madrid: Alianza.
Levitsky, S., y Ziblatt, D. (2018). Cómo mueren las democracias. Buenos Aires, Argentina: Ariel.
Macridis y Hulliung (1996). Las ideologías políticas contemporáneas. Madrid: Alianza.
Marx, K. (2014). El capital: Crítica de la economía política (W. Roces, Trad.). México: Fondo de Cultura Económica (Trabajo Original publicado en 1867).
Mires, F. (2008). Socialismo nacional versus democracia social. Nueva Sociedad. 217: 59-71.
Monedero JC, (2008). Hacia una filosofía política del socialismo del siglo XXI. Notas desde el caso venezolano. CDC 25(68): 73-108.
Ramos, A. (2009). El experimento bolivariano. Mérida, Venezuela: Centro de Investigaciones de Política Comparada, Universidad de Los Andes.
Rangel, C. (1976). Del buen salvaje al buen revolucionario. Caracas: Monte Ávila Editores.
Sartori, G. (2009). La democracia en treinta lecciones. México: Taurus.

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